Con todo agradecimiento y seguridad en el poder de DIOS, hoy quiero compartir con mi comunidad de la iglesia CAP Liberando Naciones el amor de Dios por las parejas, que es infinito. Él sabe que un hogar estable y lleno de amor, responsabilidad y compromiso es el mejor refugio para criar y educar hijos sanos (Efesios 5:25; Tito 2:4). Por eso, el vínculo del matrimonio es tan sagrado, profundo y grande. Esa unión matrimonial se concibe como el pacto entre ellos y Dios, y la pareja se convierte en una sola carne. Ya no son más dos personas, sino una. Estas enseñanzas de la palabra de Dios son demasiado profundas; si las analizamos y reflexionamos desde el corazón y aun desde la mente, entenderemos que es todo un misterio (Mateo 19:5-6; Génesis 2:24). En el transcurso de mis 47 años de matrimonio, las luchas, desacuerdos, separaciones, infidelidades y demás penurias han sido múltiples. Hace aproximadamente 15 años, las dificultades fueron tan grandes que, definitivamente, mi matrimonio terminó destrozado. El amor que nos profesamos un día en el altar, aparentemente, se convirtió en odio. Pasaron como 5 años, en donde crecía el desamor, el rencor, el resentimiento y cada uno iba por su lado. Pero Dios, un día cualquiera, fiel a su promesa, me tomó en sus brazos de amor, tocó mi corazón y revivió el amor por mi esposo. Me llenó de perdón y nos dio una nueva oportunidad. Sus milagros son poderosos y perfectos. Como dice la palabra (Filipenses 1:6): "El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús". Mi testimonio es para animar a las parejas que hoy piensan que todo terminó o que está terminando. Déjense tocar por Él; no necesitan ni pedir, solo rendirse a su amor y Él hará la obra (Salmos 37:5): “Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él, y él lo hará”.